Mis vivencias de mi viejo San Juan son inolvidables. Los edificios antiguas con fachada de arquitectura renacentista y rodeada de historias misteriosas hacen correr la imaginación de la época de conquistas, piratas y colonización que vivió los habitantes de esa ciudad hacen siglos atrás. Muchas historias se han tejido con el pasar de los siglos por las diversas vivencias que se han vivido en este islote. Hoy día quedan mudos recuerdos de un pasado tanto gloriosos formado por el reino de España - de aquella época - como tenebroso por los diversos ataques de piratas, así como, las diversos brotes de enfermedades que asolaron toda una población.
Toda esta narrativa me remonta cuando era niño que me llevaban a pasear por el casco urbano de ese islote tan antiguo y con una inmensa riqueza histórica cultural. A mi me llevaba mi hermano montado en su hombro debido a que yo solo tenía 4 añitos. Me paseaban por todas las calles: calle luna, calle sol, etc. Pasaban las horas y disfrutaba mucho ver la gente que vivían en esos edificios tan viejos. A veces escuchaba la voz de algún borracho hablar duro cosas incoherentes desde una taberna. Cuando llegábamos a la capilla del Cristo, enseguida podía ver palomas volar por el lugar debido a que al lado se encuentra el Parque de las Palomas. Es pequeño en espació pero muy tranquilo como para descansar, meditar o contemplar la bahía con su tranquilidad mirando los barcos que entran y salen. El susurro del viento me tranquilizaba y la sombra de sus arboles me inspiraban tranquilidad. Miraba como la gente le tiraba migajas de pan a las palomas haciendo que muchas de ellas en vuelo llegaran al suelo para picar un trozo. Este parque es pequeño en tamaño y se encuentra hacía el lado exterior de una parte de la gran muralla que rodeaba a la ciudad. Me fascinaba porque esta rodeado de arboles, arquitectura medieval y, por frente, la bahía de San Juan.
Luego de salir de este parque nos encaminamos hacía el castillo San Felipe o mejor conocido como El Morro. La ruta de casi toda los puertorriqueños que visita el islote es caminar para terminar en el Morro. No importa si tomas la ruta por la Puntilla o por la barriada La Perla, la cosa es que la gente tiene esa costumbre; terminar en el Morro. En el camino se topaba con muchas cosas, entre ellas, música gente, tabernas, parques y hermosa arquitectura de la época del renacimiento. Mientras caminábamos hacía Morro, tomábamos varias calles viejas con sus ladrillos antiguos.
Nosotros tomamos el camino que lleva al Morro que bordea por la Bahía, no por la vieja Catedral y parque de Ponce de Leon. Por esta ruta que tomamos, nos detuvimos en un taller de un señor artesano que trabajaba los muebles antiguos que eran tejidos con un tipo de paja. Esos muebles eran típico en la época del siglo 19 y 18 en Puerto Rico y Latino América. En casa de mis abuelos paternos tenían esos tipos de muebles. Fueron tan populares que todavía los recuerdo como si fuera ayer.
Al entrar a ese taller, mi hermano tuvo la curiosidad de preguntar que se hacía allí. El artesano encargado de aquel lugar (de como 75 años de edad) nos saludo y se puso a dialogar con mi hermano. Tuvieron un largo rato hablando de temas sociales. Al rato nos despedimos y nos fuimos hacía el Morro que quedaba cerca.
Ya llegando a los predios del Morro, pude ver mucha gente, familias, turistas que iban y regresaban del Morro. También, gente que volaban chiringas en el inmenso campo que tiene este fortín antiguo. Mi hermano me contó muchas historias sobre este lugar que él tuvo cuando era adolescente. Él me contaba que él, al igual que otros hermanos que tuve, tuvieron que venir a este campo a trabajar cargando los bolsos de palos de Golf. En este campo se practicaba el Golf por parte de los turistas estadounidense que visitaban la isla. Hoy día no lo permiten, ya que, el Morro es una parque nacional. Pero en aquellos día de juventud de mi hermano, el tuvo que trabajar duro bajo el sol por un triste salario y poder ayudar en mi casa con los gastos de familia. Para esa época, en mi casa pasaron hambre debido a mucha problemas que mi madre afrontó. También me contaba sobre el lugar donde hubo una piscina pública en esos predios del Morro. Hoy día no existe tal piscina.
En estos predios del Morro se celebra todos los años el festival de la Chiringa donde vienen cientos de familia a volar todo tipo de chiringas. Siempre se celebra un Domingo y la gente la pasa muy bien.
Mi hermano y Yo seguimos caminando hacía la entrada del Morro y entramos al fortin. En aquella éoca no se pagaba por su entrada ya que era administrado por el gobierno local. Hoy no es así, ya que, el Morro es administrado por el Departamento del Interior de los Estados Unidos. Una vez adentro del morro empezábamos a ver las recamaras que daban cara hacía el mar con sus enormes ventanas para posicionar los cañones que los Españoles ponían para defenderse de los ataques de naves enemigas. Era impresionante para mi como niño. Todas las paredes estaban hechas de cal vieja y en algunos lugares se estaba deteriorando por el pasar de los siglos. En una de esas recamaras se apreciaba lo que era un pequeño altar a la Virgen María. Luego, bajando hacia la parte inferior del fortín que daba frente a la boca de la bahía, se podia ver en el suelo como unos tipos de rieles. Nos explicaron que esos rieles eran usados para transportar los inmensos y pesados cañones y que, a su vez, eran bajados y subidos por exclavos. Una vez estando en la parte inferior del fortín, pudimos ver los diferentes cañones que todavía se conservaban. Luego de ver muchas partes de este fortín, nos marchamos devuelta hacía la casa con un grato recuerdo de historias, batallas, piratas, corsarios y el legado español dejado atrás desde el 1898.
Ya cuando llegué a mi edad adulta, empecé a ir al Viejo San Juan con mis amigos. Visitábamos pups, discotecas, bares y restaurantes. Usualmente iba con mis amistades, pero, en algunas ocasiones iba con una amiga o novia que tuve ocasionalmente. En el año 1987, visitaba mucho la discoteca de música New wave llamada Neons. Esta discoteca esta ubicada en la calle Tanca y era muy visitada por ese sector de jóvenes que preferían disfrutar de ese tipo de música. El ambiente dentro de la discoteca era único; buena música, buenas bebidas, sofás para descansar y, lo mejor, buena gente sin provocar problemas. No era como en otros lugares de jóvenes que terminaba la noche con un tiroteo por falda. Aquí conocí mucha gente, baile mucho y disfruté como nunca. La música todavía la conservo en mi memoria y mucha de esa música las guardo en mis favoritos en mi cuenta de Youtube.com.
Las noches en el Viejo San Juan están llenas de un ambiento bohemio donde se combina las noches estrelladas, la Luna, las calles con sus Tabernas y la arquitectura antigua. Mucha de estas tabernas que menciono tienen música en vivo. Yo siempre visitaba una taberna que estaba en una esquina entre la calle San Sebastian y calle del Cristo. En esta taberna, un señor -de mediana edad- tocaba música típica con su guitarra. Dominaba muy bien la guitarra. La música que tocaba era contemporánea puertorriqueña. Llegaba a este lugar tanto gente boricua como turistas. La cosa es que la gente ayudaba al músico a tocar la música usando algunos instrumentos musicales tales como: guiro, maraca y palitos que traía el músico. La ultima vez que estuve allí fue en el año 1996.
Por estas calles del Viejo San Juan pasean todo tipo de gente. Desde jóvenes hasta los más ancianos. Por sus calles de ladrillos antiguos se cuenta infinidades de historias, desde cuentos de amor y romance, poesías, noches de bohemias hasta peleas callejeras. Yo vi muchas de esas peleas callejeras fruto de borracheras entre jóvenes. Otras peleas fueron por celos por una chica.
En fin, mis vivencias en el Viejo San Juan fuero muchas y agradables. Vivencias que he venido disfrutando desde mi niñez hasta que me hice adulto.Unas vivencias que nunca olvidaré ya que el Viejo San Juan es parte de mi ser como puertorriqueño.